Y con esta segunda parte se completa el reportaje sobre la recogida de la oliva en pequeñas explotaciones familiares. En la primera nos había faltado la recogida a manija en los bordes de la ezpuenda, donde no se pueden poner las lonas porque tú mismo y las olivas nos vamos al barranco, y algunas cosillas más, como lo de la carretilla. Acompañó el tiempo y la compañía...
Comentario aparte merece el almuercico: untamorros, langostinos, dulces de varios tipos, tortas de txantxigorri incluídas, bombones, una sidriña para entrar y luego el inurrieta 400, y para terminar el almuerzo, un licor de hierbas, ¡qué ya está abierto! Se nos quedaron sin terminar las salchichas, las chulas que son casi todo magro, y los chuletones: lo último en esta vida que digan que se han ido de hambre.
De verdad que los langostinos todavía me salen por las orejas (nos saltamos la comida y la cena) y al volver al tajo pensé que me iba a caer en alguna de las zanjas que han hecho para regar "la finca" (con agua).
De vuelta en el coche, por donde le llaman "el monte" iba yo haciendo cálculos del costo de amortizar el mantenimiento de la chabola, los generadores de electricidad, la batería y la herramienta, y ahora las obras del regadío, las cuotas de conexión, el consumo de agua, los jornales de los jornaleros, la manutención de los trabajadores, el kilometraje de los desplazamientos,... ¡más vale que por parentesco nos regalen una o dos garrafas de aceite y no tengamos que pagarlo a su costo!!!
Sin embargo, ya por Tiebas, empecé a poner en otra columna la productividad: una mañana preciosa de invierno, lo que nos hemos ahorrado en gimnasio, los palabros locales que hemos recordado y los chascarrillos, la cantidad de olivas que, o se quedaron en los olivos o por el suelo, y luego alimentarán a aves y alimañas, las chuletas y los langostinos a la brasa de sarmiento, las bromas y las veras, los olivos con el cerco al fondo...
Al final, si salen las cuentas porque... ¡eso es impagable!